El otro universo-poemas

CAMINOS A LA MONTAÑA


I


¿Por qué abandonaron las águilas la fortaleza de piedra? ¿Volverán las águilas a la fortaleza de piedra?
Hijo del Hombre, del Sol y de Dios, dejaste al extranjero sepultar
el reino de los brazos y las semillas rojas.
(El esplendor de los recuerdos no consuela, aquellos que vanamente rociaron con su sangre nuestras almas obnubiladas, teñidas al color de otras ideas,
sus cuerpos ha tiempo bajo tierra nutren los trigales)
"Mañana viajaremos al pasado, traeremos cantutas del pasado".
Mas cuando, al atardecer, llegamos al sepultado reino
de los brazos, mi camisa al viento y tus ojos húmedos,
flagrantes rosas extranjeras flameaban en los escombros pétreos
que las águilas abandonaron.
En el valle del Urubamba, allí anduve jubiloso, tenías
los cabellos batidos por el viento, en una
pétrea ciudad muerta vecina de los astros.
(Y caminando jubilosos a orillas del Vilcanota, ella sintió gozo y me dijo: "Julio,
Julio enséñame el fervor".
Y levantamos en sueños el reino de este mundo)
Me he encarnado sobre viejas piedras, asomándome hacia abajo, sobre el río. Sobre un río grave y doliente.
En Urubamba
donde las montañas y los valles se separan, se bifurcan
hacia el norte y el sur, llenos de quebrantados caminos,
he transitado meditando viejos días.

He mirado al sur desde el Urubamba  
pensando: "Los antiguos caminos aquí han sido; los hombres 
han ido por tales y cuales valles, aquí alguno yació jadeante".  
He visto la lluvia descender tiñendo las montañas.  
He pensado en el reino  
vivo de los brazos y la viva estación de las semillas rojas. 
He pensado en ellos
y en nosotros .














II


¿Sobre qué cauces, que no son única y solamente cauces,
 entre qué cuerpos vivos y muertos, bajo qué cielo
sin fondo ni asidero, conduce el río las semillas germinadoras?
A orillas del Amazonas me senté, humedeciéndome los pies,
me senté meditando y
ya no he vuelto a ser el mismo.

En derredor semillas germinaban, nutriéndose
de tallos viejos, hojas muertas, excrementos de hombres
y de bestias, de las aguas pardas que allega febrero.
El viento de la tarde trae a la memoria la imagen
de una azul y larga noche, en que la callada búsqueda
 de la paz en el sueño, la esperanza
de la herida que sana, un camino confiado,
nunca más la desazón bajo el árbol; la búsqueda
de la vida en la muerte;
condujo a una multitud de hombres al áspero
camino de los héroes (en el viento de la tarde me adormecí
y los soñé cabalgando en un desierto de soledad,
entre osarios pero con la mirada ardiente)

Hombres cuyas voces, cuyos ojos
anhelo encontrar en montañas azuladas de lluvia.
Nacer y Conocer, Ternura y Desilusión,
Desazón  y Anhelo, Engendrar y
volver a la materna raíz en movimiento.

La vida que conocemos.
¡Mas por qué motivo el búho anciano
exhala lamentos hacia la hora en que el hombre engendra?
¿Son lamentos o voces de regocijo?
El viento de la tarde ondea sobre el Amazonas.
A esta hora la sangre obedece al desorden y la gravedad
de las  constelaciones. Y yo me pregunto si esta tierra
que viaja, que da luz nuestros días y sus esperanzas, si
esta fragancia en un futuro no vivido, si este rostro, esta vida
se descubrirán a mi corazón, me dirán
de quién depende nuestro vuelo, de quién nuestro naufragio



III


  
  
¡Mi luz, luz de mi alma!
En el canto transido de la adolescente
al mediodía; en las aves - ¡altas, invisibles!-
pretendiendo el infinito, hemos sentido las nupcias
del hombre con el mundo
-Las aves en su inexplicable vuelo-
 Mas en el instante inhóspito de la sombría marea
al caer la tarde, los girasoles doblándose en silencio,
el anciano reclinado inmóvil en el malecón invernal ...
¡Mi luz, luz de mi alma!
¿Se desvelara a nosotros la inercia de los cuerpos
apaciguados sobre la mesa de disección, la actitud
del perro en el rosedal  o a través del patio de cemento?
Cuando interroga el ruiseñor acerca del movimiento
trémulo de las hojas -misterio que tampoco él alcanza-
desciende a la memoria el momento de esa tarde
con ella en la estación del ferrocarril
 y luego en el jardín de rosas bajo la lluvia
- las rosas, valvas de luz entrelazadas;
amapolas y unas flores
nacaradas en el fulgor del ocaso
y yo conteniendo la respiración
apoyado en la columna encalada
en el silencio.
El momento de la oquedad
de un domingo en las calles de asfalto en la ciudad.
El momento entre la medianoche  y la aurora
cuando el tiempo es infinito y finita
tu vida.
Pero el instante de la multitud multicolor danzando
en la plaza de la provincia remota.
Pero el momento de los potros vadeando en el esplendor
de la espuma. El cántico del coro
de árboles en el viento matinal. La multitud en la calle
de la ciudad al mediodía, y tú, alma mía
tensa
cual un arco
            ¡Alma mía, cree en el vuelo
el inexplicable  vuelo de las aves!








IV



Llegó la época, llegó la estación,
El tiempo de la mutación
de esta tierra lleva de nuevo.
El poeta desenvaina
el corazón para la lucha.
            “¡Adelante. Os acompaño!”
grita a los combatientes.
Es inhábil, desmañado
en el frío arte de la guerra
y cae entre los primeros.
Su sola misión
fue anunciar la estación nueva


V


"Este es un sitio donde envía el hombre su plegaria
a la tierra, y el acoplamiento del hombre y la tierra
persiste, y la vida es todavía guiada por el designio
de las constelaciones".
Me escribía de las montañas mi amigo.
Era dichoso.
("un cañón donde truenan los vientos y transcurren nubes cargadas de
            lluvia.
Vuelo de palomas y sombra de molles y arrayanes.
Canto de tórtolas después del mediodía.
Levantas la vista hasta pegar la nuca al espinazo
y divisas los nevados. Y la delicia del esfuerzo
en las parcelas. El incendio del firmamento en la inminencia
de la noche. Y sobre todo un gran problema no resuelto.
Un nudo de pasado y porvenir".)
Nunca más supe de el. Su cargo de maestro rural fue un pretexto.
Al abandonar la bruma el ferrocarril
he visto un bosque lozano, brillando al pie de la montaña;
abandonando la bruma al ingresar
al reino de la luz
vi brillar cañaverales a orillas del río
cerca de los durmientes.
Y a mi espalda en la penumbra
diluida en el páramo
la ciudad
ruinosos balcones enmohecidos de penumbra
y voces maledicentes en falsete.
Ciudad irreal diría aquí  también el poeta aquel.
Sombría y mórbida, silente respirando en la niebla. Irreal.
Los jardines envueltos en bruma
y las residencias
y los barrios de los funcionarios gubernamentales y privados.
EI velo de las tinieblas en los distritos industriales
Y el velo de la niebla sobre
los arrabales al pie de áridas montañas.

Puedes aquí detenerte
a reflexionar mas no a vivir.
El poeta
cubierto de hongos y musgo
abandona el desvencijado bar
y se encamina al manicomio.
Ciudad Irreal.
Esta tarde llueve en Lima y yo
no tengo ganas de vivir corazón.
Ciudad Irreal de espaldas al pasado y al futuro
en la bruma inmóvil.
Pero he aquí
al oriente (y no al occidente) de la bruma
el reino de la luz
donde eleva la tierra su oración
al porvenir.
Montañas nacaradas contra el azur
por la ventanilla
rutas que doblegan los riscos escarpados
y a su vera casas nuevas y viejas y murallas
de ayer y hoy encerrando unos melocotoneros y cedrones
fragantes en la luz. El susurro de los árboles
en la plaza, en el campo de deportes
y en la colina donde además cantan las tuyas
 sobre el cementerio
tan pequeño porque
los muertos están insepultos
dialogando con los tubérculos y la piedra
Y cuadrillas de hombres reparando los canales
y construyendo nuevos
Las amplias faldas de bayeta combadas fecundas sobre la colina
Y de pronto el aroma de eucaliptos asoleados
con una brisa helada.
Levantados los vidrios
aparecieron los nevados
y entre el estrépito de los pistones las voces

de antaño y de ahora
Las montañas más graves más azul el firmamento
y las rutas mas tenaces.
"Aquí reemplazas la melancolía por el valor, la
duda por la certeza, la desesperanza por la esperanza. Aquí… "
Y he aquí la cima de la montaña
el lugar donde más alto puedes llegar
viniendo del flanco occidental.
En el regazo de las montañas la naciente de los ríos.
Y la luz más tremante.
Pero mira la cima de la hierba silvestre:
es umbría; mas no son penachos grávidos,
racimos de parda semilla
sino el hollín de la gran fundición.
Y mira bien las aguas del arroyo: no son
diáfanas aguas vírgenes
Son aguas pardas
relave de la concentradora de mineral
y está agostando los sembríos
Y no obstante es agua fecunda
Fecunda
Mira ese rostro en la acera: no podrías
decir lo que Spencer de la virgen de la hornacina:
"Su mirada suave, llena de incomprensión campesina".
Y descenderán las montañas

"Por las montañas y los valles donde los quebrantados caminos
se borran, se hunden y levantan sin cesar
en la petrificada marea
Tierra siempre iluminada
he caminado mirando los granos mutarse en oro,
desenterré vasijas, escarbé sepultadas ciudades
abandonadas ha tiempo por el sol
Y pensé en ellas vivas. En el porvenir
remoto y vivo como
las iluminadas montañas de la lejanía".

Estaba poseído del beligerante fervor de los creyentes.
(Y para vivir
debes batirte,
y para esto,
creer con toda el alma.)
“Siempre  fue hora
pero hoy más que nunca
es el momento: vámonos
por esta tierra de anhelo siguiendo
la vereda del venado y la estela del halcón;
olvidando para siempre los reinos de la angustia
y de  la muerte.
Vuelve acá
donde los tubérculos resisten y transita
la vicuña, la tierra de la roca
fértil”
El reino de la luz.
El lago reflejando la luz. Míralo. Mira
los macizos nevados, los flancos fecundos de la montaña
y los socavones y los campamentos.
Mira –puedes mirar de aquí- los suburbios
Agitándose bajo el sol, el penacho de las chimeneas.
Divisa de aquí el Este y el Oeste.
Aquí puedes detenerte a beber. Aquí
puedes apearte.


ITACA

Brasil, Perú 1968

Amanecer en un puerto


Es Sudamérica, un viernes, cuarenta y cinco días después del Tet, 
en la estación de frecuentes y prolongadas lluvias.
En el bosque la zangapilla ha abierto sus capullos
exhalando su delicado perfume.
Desde aquí puedo escuchar el susurro de las vastas aguas
que ayer, como en el verano de 1963, contemplé fluir
sentado a sus orillas. Y me pareció que yo había cambiado
poco de cuando aquel verano, o de cuando niño
iba al ancho río en espera de algún barco
o a observar las altas aves rivalizar con el viento.
Vi una barcaza de hierro varada en la orilla y pensé
que a los diecinueve años hubiera creado, en la ocasión,
alguna imagen: “La aventura humana comenzó cuando los hombres
animarónse a abandonar las costas y remontar el oscuro océano". 
Pero el mundo ha cambiado.
Rememoraba haber propuesto una noche a mi mujer 
desaparecer con nuestro niño en el Voltaba, en la estación
en que caen los pétalos, perdido todo sentido de vida.
Pensaba y repensaba -con dulzura, y el corazón me apretaba y 
parecía ahogarse, se abría en luz, y yo sentía la piedad fluir-
­en el esfuerzo a que estamos consagrados, en mis tareas.
Estoy tumbado a la sombra de una casa de palmas. Afuera
el Amazonas fluye despaciosamente desde hace miles de años,
reverbera formas luminosas, responde con luz la luz, silenciosamente.
Una sucesión de plantas recorta el horizonte.
Mas allá la inmensa lejanía
y más allá todavía una escarpada cordillera de nubes.
"En espesas mareas las tropas enemigas nos rodeaban
Nosotros nos quedamos inmóviles igual que una montaña".
Las tropas enemigas rodeaban nosotros inmóviles igual una montaña
¿En que pensaba?
Se quedaron inmóviles igual que una montaña.
Pero aquí no hay montanas, solo una vasta llanura
de plantas, cruzada de ríos. Y los hombres.
Y yo pensaba en su largo viaje. En sus sufrimientos.


En las grandes batallas que se avecinan (tal vez Hue 
o Da Nang). Y que el inexpugnable paso no es sino 
una montaña de nube, un fantasma
en nuestro viaje  
                              al reino de la gran armonía


Brasil, marzo de 1968


En la cordillera azul


Estoy solo, en el frondoso valle de la primavera eterna. 
Cerca del sauce donde amarro mi caballo, turbias
bajan las aguas enriquecidas por la lluvia. Después
de las lluvias las frescas montanas lucen mejor que los cuadros 
en la casa de los delicados tilos y el te perfumado.
Se oye sólo el rumor del viento en las copas de los sauces.
Fue a principios de una primavera que mi amigo me dijo 
en la terraza de un ruinoso castillo de Moravia:
"Hay que vivir en la Historia. Es menester ser un hombre
de elevados sentimientos, un hombre de provecho para el pueblo.
Sumerjámonos en la vida del pueblo y olvidémonos
de Occidente; de Occidente y sus mitos. Olvidémonos
de la fama. EI genuino manantial del conocimiento
es la practica: lo sublime surge de  lo ordinario".
Fluí  lento, sin ímpetus el Danubio entre bosques atusados.
 Y mirando al sur el joven me dijo en despedida:
"De pie, uno debe estar de pie, en los altos
lugares, en los altos lugares de la época".
De la Cordillera Azul viene una brisa perfumada.
Veo otra vez los caminos roturados por millares de pisadas.
Evoco esos sagrados momentos, y los sentimientos del pueblo
que inspiraron a mi amigo: el país del melocotonero en flor.
De nuevo en mi tierra natal, en la estación más cálida
del año, me pregunto: ¡En dónde residen, en mi país,
los elevados sentimientos? ¿En dónde buscarlos?
En las moradas con techo de tejas rosadas

Huánuco, diciembre de 1968

Caminos a la montaña

Ancash, 1970- 1979


En la tarde


Mi balcón da a un valle profundo
coronado de picos nevados.
Una carretera solitaria
serpentea en una de las montañas.
Los otros funcionarios de esta remota capital
de provincia andan locos
por mudarse a alguna gran ciudad;
y en la tarde, luego del trabajo,
buscan una cantina, un licor fuerte.
Yo, empero, comienzo a embriagarme
de sólo salir a mi balcón

La Cordillera del Huayhuash
 

Wie werde Ich Dich, unendliche Natur,
begreifen könen! Goethe


Los nevados del oeste se llenan de luz
en sus cimas. Afuera de la choza
el aire es azul  y denso; los objetos
parecen irreales. Se oye el mugido
lejano de las vacas. Un silbido suave
y puro modula una tonada nostálgica:
amanece en la cordillera del Huayhuash

Cerro Illaparratanan


Cerro IIlaparratanan, cerro grande, cerro
generoso. Cerro parecido a la mujer - de faldas
amplias y fecundas, de tierra honda. Los hombres
te quieren tanto como a sus mujeres y ellas
mucho de aman. Cerro antiguo. ¿No tiene razón
el viejo Santos cuando amanece coqueando para ti, cuando
amanece todo blanco, nevado? ¿En vano las mujeres
te ofrendan sus cuyes, sus mejores cuyes? Es que nadie
podría nunca imaginar la dicha de ver el maíz meciéndose
en tus faldas en las tardes calidas de abril,
de contemplar los rebaños paciendo por tus cumbres
entre la paja alta, paja dulce, dorada.
¡Ah, esa felicidad nadie la sabe!


Madrigales para Eudoxia Dalila

I

Cuando de la quebrada profunda

En primavera bate el molle sus racimos
al viento, el camino es más amable.
Si en la noche clara elevas los ojos al cielo
verás brillar el arado y el río luminoso;
ellos han visto el paso de millones de seres 
por la tierra: ¡Cuanto amor, cuanto odio!
La lucha infatigable de los hombres.
Apenas suspiros somos en el devenir del mundo. 
Pero cuanto de eternidad hubo en los momentos
 que juntos mirábamos el valle de Congas,
absortos en el porvenir de nuestro pueblo, cuando
de la quebrada profunda ascendía una melodía
que conmovía la memoria, y en el negro antiguo
de tus ojos, brillaba algo que redoblaba la fe
en las cosas nuevas del mundo 



II

La luna de agosto

Esa noche de agosto, ¿recuerdas?
Tocaba luna llena, y salimos a esperarla 
en el solitario precipicio Hatun Ragra.
Apareció lIameante, deslumbradora detrás de las
montañas, cargadas de designios,
como dispuesta a una revelación.
Flotaba brillante en el cielo límpido,
en un helado silencio. Entonces miramos las montañas
vestidas de luz: el Urpugguajjanan,
el Huancarpon, todos los cerros, formaban
una masa de gigantes detenida, suspendida
en medio de una gran batalla. 



III
Lejos de ti

How oft, in spirit, have I turned
 to thee, O Sylvan wye!  WORDSWORTH

Cada vez que estoy lejos de ti, en mis sueños
me veo en una mañana de sol tornando el camino hacia Pacllón.
Las siete u ocho de la mañana de un día de verano, caminando
con una alforja multicolor al hombro. Caminando por el sendero
bordeado de yerbasantas, bajo los molles, bajo los alisos
de dulce sombra. Miro las piedras tersas del río, el agua
celeste en esa hora, y la espuma como la nieve de los nevados.
Los maizales de don Expedición Curi, húmedos aún.
Las nubes radiantes que viajan al Oeste.
Empiezo a subir el cerro Illaparratanán y de media cuesta
diviso nuestro pueblo: las calaminas
refulgen como hojas de plata. Distingo el campanario
 y el añoso eucalipto del patio, meciéndose calmo.
Más allá, en lo más alto, los airosos nevados
y la silueta del cóndor 

IV

En la luz de la ignota aldea

Jugabas en el sol
con los muchachos
de harapos, la gélida
brisa zumbaba en los árboles
del huerto escolar
y batía como hojas
los harapos,
la tarde azulaba
los flancos de los cerros pero era aún el sol
en el huerto y tú prodigándote
en la luz
de la ignota aldea. 
Cómo imaginar 
entonces que apenas
ese instante
cambiaría mi vida
para siempre 

Yawar mayu

I
Cuando duermes, sin que lo sepas me asomo
a verte, me acerco y miro tus mejillas oscuras
y rosadas, tus cabellos negros y castaños
y veo tus arterias del cuello palpitando
e imagino: brilla allí tu sangre
como los ríos densos del verano en los valles
profundos de los Andes, ¡yawar mayu!, entre las peñas
los molles y los lambras. Yawar mayu la sangre
de tu corazón, hija mía. No como mi sangre
sino la sangre de las inabarcables montañas,
de los límpidos cielos, de las calidas tierras
del maíz dulce, del pacae de corazón
suave: ¡la sangre de tu madre, hija mía!

II

Cuando seas mayor y en la gravedad
de los años con orgullo te preguntes
porque viste la luz
en esta aldea
de señoras que hablan en la lengua pura
de los gentiles, y los hombres
en el castellano de Guaman Poma; adonde
los altos dignatarios del Estado rehúsan llegar;
sabe que fue porque un día
tu padre llegó "siguiendo la vereda del venado
 y la estela del halcón", con el pecho
henchido en busca de su patria ¡oh hija mía! 





La madre viva

Yo la conocía, su imagen en la adolescencia
me llegó, en unas líneas, unas páginas,
magistralmente retratada.
Vivía en mi imaginación, feérica, como
la imagen de la madre viva que conoces.
En la juventud fui trémulo a su encuentro.
Me envolvió su luz y quise morir
del gozo y decirle (¡se lo dije!):
“Aquí no nací, mi cuna aquí no se meció,
pero cómo quisiera que cuando
un día me muera aquí mi tumba quede”. (1)
Y le dije, todavía más estremecido: “vivir
contigo es lo que quiero”, “madre, madrecita sierra”

(1)   Paráfrasis de los veros finales del poema “La llanura”, de Petoffi


Cordillera  del huayhuash

Cordillera del Huaychuash, en el amanecer de tus cumbres
resplandecen, y en el ocaso aparecen aún más níveas.
Así desde millones de años. Desde millones de años tus nieves
están incólumes. ¿Qué edad tiene el tarugo que bebe
de tus aguas, que edad el cóndor que te sobrevuela?
Millares de tus hijos fueron extinguidos
aquellos que educaron tus valles.
Cordillera del Huaychuash, las tormentas a menudo
te envuelven, pero no mellan tu esplendor y poderío .
Yo recuerdo en la diáfana mañana  de mayo a Exaltación
Huaynacanqui y Severino Ocrospuma descendiendo  tus cerros
a la asamblea de la Federación
y a los comuneros agitando los brazos en la pampa.


Afianza tu determinación

El viento mide, perennemente, la fuerza del sauce, la consistencia de su tallo,
la seguridad de sus raíces. Los sismos que suelen asolar el mundo, respetan solo edificios de sólida estructura. Los ríos pulsan la resistencia de los diques, de los estribos de los puentes; y cuando llega la creciente es una  batalla permanente. Siempre hay huracanes y aluviones, sobre todo en los continentes pobres ¿habéis observado?

El dolor y la necesidad todavía cubren el mundo. Fortalece tu ánimo cada  día. Fortalécelo en la lucha. El enemigo es aún más fuerte: más solo como el cristal. Pero conócelo bien y elige a tus amigos. Afianza tu determinación en cada aurora, y que el día te sorprenda en el crepitar de las llamas de la lucha. Después de sucesivas jornadas, curtida la piel, sentiremos, en el aroma del aire, cada vez más cerca la victoria..

Las montañas del este

Il songe faire sonner ses cors
et voir  flamboyer ses drapeaux
 La chanson de Roland

Pasando el puente Cantu, donde el río Amay
y el río de Jancas se juntan formando el Carhuamayo
yo detuve mi caballo y miré hacia el Este
las montañas bañadas de sol.
En las montañas del Este, donde viven
los ayllus milenarios e invencibles, imaginé
aleteando en la brisa matinal, nuestra bandera carmesí.


Sobre el puente viejo de Huanuco

Todos, en un momento dado, nos preguntamos por el sentido
de la vida. Una vez, varias o infinitas veces.
Pero tan sólo  conoced el pueblo. Y contemplad las aguas.
Las aguas fluir y veréis lo anónimo, el torrente
y no las gotas, la unidad en lo diverso, la fuerza
armónica que se dirige al mar (que evoca la libertad);
ningún obstáculo es invencible, el torrente
es irresistible.


En todos los valles del planeta 

En líneas cortadas
-unas pocas, breves líneas-
al caer el día, de noche
o en la luminosa mañana
el hombre en todos los valles del planeta
-¡ignorándolo, oh maravilla!-
escribió o simplemente dijo a otros
sus emociones
                        en forma condensada
                        con extraña belleza.
Todas las emociones de los vivos.
¿Podría saberse qué de común hay
en esos versos, cuál es la esencia de todos ellos?
Son tantos los versos, las canciones, los poemas.
Pero acercándose uno a los más nobles
escucha un aleteo, un como murmullo,
un clamor
Libertad
Libertad
 Libertad


Epitafio a Ezra Pound

“La enorme tragedia del sueño sobre las doblegadas espaldas del campesino”.

Así cantaba Loomis, poeta
de los mares de Occidente.
Con un gastado laúd, con ritmo
Provenzal, compuso algunos aires según
las ideas de los cremadores de hombres.

“Teme a Dios y a la estupidez de la plebe”, entonaba
Ahora sus cenizas han vuelto a la tierra. Duerme
 junto al Duce. Sus cantos y sus sueños recorren
el mundo. Inspiran a poetas y emperadores. Buscan
vanamente arraigar donde sólo puede crecer la libertad.
Desconfiad de quienes evocan sus aires o su metro.
 Ninguno que odie Auschwitz o My Lai exhalará
un suspiro. Ninguno que sufre, ninguno que espera.
Nadie que anhele un mundo mejor



Ante el Amazonas

"A orillas del Lehman me senté y lloré".
Este verso del poeta inglés llena de extraña
emoción a quien lo lee. Manrique y Machado
tienen también versos hermosos, sugerentes sobre el río.
El río evoca mucho el misterio de la vida, y nadie
puede con indiferencia mirar el fluir majestuoso de un río
hacia al atardecer 0 en la mañana. De noche,
seguro de noche dijo el gran poeta checo:
“El Voltaba canta su canción sin palabras".

¿No se inspiraron en el río los sabios para descifrar
el enigma del devenir, de lo que pasa y permanece?
Los hombres marchan en la historia igual que las naves
contra la corriente del río (Homero nos llama "navegantes".)
Y así escribió el nuevo poeta: "Recuerda: en medio de la corriente,
el viento, las olas ¿detenían acaso el vuelo de la barca?"


Al pie de la Blanca Cordillera

Habíamos charlado varias horas a la sombra
de los capulies  en  la mañana  fresca de julio.
-Son frescas las mañanas de julio
al pie de la blanca cordillera.

Los problemas del país llenaron nuestra conversación
¿Serán distintas las montañas
cuando nuestro país sea libre?
nos preguntábamos. Esos rebaños
que pacen en la lejanía, estos
bosques de eucaliptos ¿serán mejores?
decíamos. ¿Y las casas de techo de trigo
de nuestro pueblo, el puente sobre el arroyo?
Todo podría quedar igual, poco importaría,
dijiste.  Y en seguida: "Pero nosotros seriamos mejores".
Después  ascendimos la colina
poblada de eucaliptos. Batidos
por el viento invernal, alcanzamos
a divisar las cimas de la blanca cordillera.



Una ilusión

El cielo incomparable de Huaraz se refleja
en las aguas azules del Quilcay
que desciende raudo como en las tardes
cuando iba yo por la avenida de viejos eucaliptos
a charlar con Justiniano en su morada austera.
A dos anos de su inmolación vuelvo
a recorrer el camino, y todo parece igual:
el cielo incomparable, los eucaliptos rumorosos,
los transeúntes indolentes, el molino
de piedra junto al río. Pero es una ilusión:
nada prosigue igual a la muerte de los héroes


Un día de paz honda

Del bosque de lambras llega el canto del gorrión
el aleteo suave del tordo desperezándose en el alba
En el silencio de mi cuarto los escucho, cerrados los ojos
Sé que afuera el mundo es azul todavía, azules las montañas
sólo en las cimas de los picos nevados riela el sol
Inmóviles, silenciosos los campos. De las casas
de barro y paja el humo se levanta.
Un día de paz honda empieza en este valle
Por la honda paz nadie imaginaría la estación que vivimos:
las lluvias del Mekong, el trueno de Da Nang
Es seguro:
el trueno primaveral un día retumbará en este valle
¡Cómo quisiera yo estar con vida cuando retumbe el trueno!
Pero si tarda,  y al presentir mi muerte me hallo lejos
yo quisiera volver
Tomaría mi alforja y el sendero bajo los molles
y llegar a enterrarme inadvertidamente cerca de las tumbas
más amadas (aquellas que apenas sobresalen del suelo llano)
Y allí  me estaría, escuchando, cerrados los ojos,
el canto del gorrión, el aleteo de los tordos en el alba.
Atento, aguardando la voz del trueno primaveral


Soy vulgar y común

Soy vulgar y común
Me gusta la charla de los faeneros
lavando las herramientas terminada la jornada.
Y amo más todavía la charla
entrecortada en las parcelas en la luz de la jornada
golpeando el trigo con los huaynas.
La conversación en quechua junto al fogón
en el crepúsculo.
La amo más que a la erudita tertulia ( ¡ay las tertulias de antaño
que nunca fueron tuyas!)
La charla con los viejos
en la frígida plaza con luna y al fondo las montañas.
La charla nocturna en la cantina
con el ron con los braceros sin tierra.
En el alba tomas la herramienta y al pecho
se tensa y el mundo es tu morada


El monte Urpuggujjanan

Desde hacía años aspiraba alcanzar la cima
del monte Urpugguajjnan; la miraba
con devoción cada mañana, todos los atardeceres,
cada mediodía. Dondequiera me hallase
la buscaba, y obsedió cada noche mi sueño.
Helada y luminosa estaba la noche cuando
partí al asalto de la cima quimérica
y el sol llegó a la cumbre conmigo.
En derredor hallé osamentas de guerreros
willkas, melladas por tiros de arcabuces;
en aquel valle - recordé mirando al sur- los comuneros
de Llamac se batieron,  y más allá de la cordillera nevada
treintitantos mineros fueron fusilados
y luego degollados y dejados insepultos ..
El viento devino en un coro de lamentos
y plegarias; oí llantos de niños y mujeres.
¡Dímelo -grité- cuéntamelo todo!
Mas serena, la inmensa montaña susurró:
"Ya viene el día"


En este país

Ramonean alegres nuestros caballos. Bañados de sudor
 sus cuerpos fulgen como espejos en el potrero.
Los comuneros de la aldea
preparan la casa de huéspedes y la asamblea.
Larga será, hasta el alba, la asamblea
debatiendo la invasión de la gran hacienda.
En la luz del atardecer esplenden en la lejanía los nevados.
Fueron cinco, no, fueron seis los días
que marchamos bajo tormentas por la cordillera
para llegar aquí ... Me invade la emoción ...
Pero sé modesto, me digo, y mira bien las cosas:
marchaste sin asedio, en buena mula
y con fiambre en las alforjas. Y aunque triunfe la invasión
todavía no conoces el fuego del combate
en este país de un millón de kilómetros cuadrados
traspatio de un imperio. Has dado solo un paso


Memoria de Leopardi

Patria mía, siempre que miro tus terribles heridas
evoco a Leopardi y, como él, hondamente suspiro.
Pero no como él diré: "Antaño fuiste grande",
aunque también así tu fuiste, sino: "Mañana
serás sana y bella y grande". Pero sí, igual que el poeta,
emocionadamente un día, en una de tus montañas diré:
"Recibe ahora mi sangre ... la vida que me diste te devuelvo" 


Oh viajeros

Ancash  - Lima 1980- 1981



Ante el lecho de muerte de Alonso Quijano, Sancho
lo exhortó a nunca renunciar al sueño, sublime
sueño de enderezar el mundo. El rústico ganapán
persiste tenaz, y desde los grandes complejos siderúrgicos
o cabalgando a Rucio, se lanza a tomar el cielo por asalto. Triunfa y fracasa, fracasa y triunfa. Estuvo en la toma
del Palacio de Invierno, en la Gran Marcha, y el 30 de abril entró en Saigon. En las montanas y en las calles
donde se apagó un motín está su sangre. Pero su combate
crece cada día en ardor. Es más fuerte su brazo.
Su raído sombrero abriga una testa mas sabia.
Más brillante es su mirada; su sonrisa mas confiada




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